Ignacio Manuel Altamirano "Antonia" PDF
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- Género: Ficción por Género
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Ignacio Manuel Altamirano(Tixtla de Guerrero, 13 de noviembre de 1834-San Remo, 13 de febrero de 1893) fue un abogado, escritor, periodista, maestro y político mexicano.Nació en Tixtla, Guerrero, en el seno de una familia indígena; su padre tenía una posición de mando entre los chontales y en 1848 fue nombrado alcalde de Tixtla, lo cual dio al niño Ignacio Manuel, que a la sazón tenía 14 años, la oportunidad de ir a la escuela. Aprendió a leer y a escribir en su pueblo natal. Hizo sus primeros estudios en Toluca, gracias a una beca otorgada por Ignacio Ramírez, de quien fue discípulo. En 1849 estudió en el Instituto Literario de Toluca, y derecho en el Colegio de San Juan de Letrán. Perteneció a asociaciones académicas y literarias como el Conservatorio Dramático Mexicano, la Sociedad Nezahualcóyotl, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el Liceo Hidalgo y el Club Álvarez. Escribió varios libros de gran éxito en su época, cultivó el cuento y el relato, la crítica y la historia; el ensayo y la crónica, la biografía y los estudios bibliográficos, la poesía y la novela,.En la novela "Antonia. Idilios y elegías ( Memorias de un Imbecil)"; Jorge, un muchacho de trece años, cree estar perdidamente enamorado de Antonia, una joven de 15 años ; alucinado, piensa casarse con ella hasta que un militar se atraviesa en su camino. Muchas complicaciones y emisiones surgen desde ese momento de plenitud e inmadurez.Fragmento de Antonia. Idilios y elegías ( Memorias de un imbécil) :— ¿Te casarás conmigo? —me preguntó Antonia, cargándome la canasta con el almuerzo.— Sí me casaré; si no me casara yo contigo, me moriría.A los trece años, y aún a doble tiempo, promete uno casarse con todo el mundo con una facilidad asombrosa, y lo peor es que suele hacerla como lo dice. A los trece años también, cree uno que si no le dan a la muchacha que le gusta, puede morirse. No es sino más tarde cuando llega uno a comprender que de amor no se muere jamás, a no ser que se haya interesado el orgullo.Cuando bajamos al arroyo, lo encontramos ya muy disminuido, y pudimos atravesarlo fácilmente; pero al llegar a la otra orilla, Antonia, tomando la canasta, me dijo:— Ahora sí, no conviene que nos vean juntos; anda, vete, y no le digas a nadie lo que hemos hecho, porque mi padre me pegaría, y haría que tu padre te pegara también. Esta noche dormiremos en el pueblo, me irás a ver por la cerca de mi casa, y saldré a hablarte. No hagas ruido al arrimarte, porque hay perros, y además mi padre tiene el sueño ligero. Mis hermanos duermen aquí.
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